sábado, 24 de septiembre de 2011

PILI...

Hace mucho mucho tiempo, en un lugar muy lejano....

Había una jovencita grande y fuerte que vivía con su familia en un poblado. Ella no era del todo feliz. La gente no la trataba bien, su estatura no era el ideal de belleza, pero ella se conformaba con lo que tenía.

Un día, escuchó a su familia hablar. La muchacha no podía entenderlo, no era tan lista como ellos, pero sabía que discutían qué hacer con ella. Estaban cansados de atenderla y alimentarla, aunque fuese con migajas y malos modos. Sólo les servía para guardar el rebaño, pero no les resultaba lo suficientemente beneficioso, apenas sacaban provecho de ello, y buscarle otro hogar era impensable, quién querría a alguien así?

Al principio eso le preocupó,  pero ella les quería, y desahució todo mal pensamiento al respecto. Se autoconvenció de que en el fondo su amor era correspondido.

Poco después la llevaron de excursión. Estaba muy contenta, nunca la dejaban salir de casa! Pensó con satisfacción que aquella era la prueba de que la querían! Pero cuando se alejó lo suficiente, en la ignorancia que siempre conlleva la inocencia, la abandonaron.

Pili los vio marcharse. 
Y corrió y corrió detrás de sus pasos. 
Y gritó y gritó que no la dejaran hasta quedarse sin voz. 
Y de nada sirvió

Trató de encontrar el camino a casa, pero estaba demasiado lejos. . . Los días pasaron y vagó sin rumbo hasta que un día, alguien se acercó a ella. Pensó que la llevaban a casa, pero sólo le hicieron daño. No sabía qué hacían, sólo que su cuello le dolía mucho.
Podría haberlos aplastado en un solo movimiento, era mucho más grande que ellos! Pero no lo hizo.




Los siguientes días fueron confusos. No estaba muerta, pero aquel dolor le hacía desear estarlo.
La gente la miraba, Pili pedía ayuda, pero aquellas personas parecían no conocer la compasión. Cuando menos lo esperaba, algo pequeñito, diminuto a su lado, se acercó a ella.
Miguelito parecía diferente a los demás. Pronto, le contó su historia. Él también había conocido el abandono por parte de quienes quería y a quienes dedicó toda su cortita vida. Acordaron no separarse, y Miguelito le prometió protegerla de quien quisiera herirla. Siguieron caminando, sin ningún rumbo, pero qué opción tenían? El tiempo pasaba. Los días, las horas, los minutos Miguelito ayudó a Pili en todo, la guiaba y cuidaba, consolaba su llanto por el dolor de sus heridas. Eran verdaderos amigos. Entonces, una persona se acercó a ella y su joven amigo. Se acercó, sí, y les tendió una mano. No les miraba con recelo, ni con superioridad. Les trató como a un igual. Curó las heridas de ella, y calmó el hambre de él. Les demostró que sí, podían tener una vida, y una mucho mejor a la que tenían Les enseñó a querer, y que podían ser queridos. 

Miguelito. 
Ojalá pudiera decir que esta historia es resultado de la desbordante imaginación de un niño. Tristemente, Pili y Miguelito son reales. Nuestra mastina más alegre olvida ya el infierno vivido junto a su acompañante más travieso, mientras lamen las manos que, sin vacilar, les acariciaron.

                                     Nuestra preciosa Pili.
Esta es la historia de Pili y Miguelito. 
Su pasado. Porque ahora, su futuro, lo escribes tú.

Un país, una civilización se puede juzgar por la forma en que trata a sus animales.

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